dilluns, 6 de maig del 2013

Lo que queda de Auschwtiz

Lo que queda de Auschwitz es un libro crudo, como todo lo relacionado con lo acaecido en los campos de concentración, pero bajo mi punto de vista, muy necesario. Giorgio Agamben es un filósofo -aunque tiene mucho de sociólogo- que hace casi veinte años desarrolló el concepto de la Nuda vida, o lo que es lo mismo, el Homo Sacer. Este concepto es basa en un antiguo término del derecho romano, que designaba a una persona totalmente al margen de la sociedad, sin ningún valor, y que, por tanto, se podía matar en cualquier momento, pero no sacrificar. Agamben, a través de sus numerosos libros sobre este tema ha tratado de continuar una tarea que Foucault, por su prematura muerte, dejó sin desarrollar plenamente, la biopolítica.

A través de sus libros Agamben ha dado numerosas explicaciones de lo que puede ser entendido como  un Homo sacer en nuestras sociedades, pero ninguno llega hasta el extremo que este nos cuenta. Auschwitz representa el último punto, donde la vida y la muerte se juntan, donde la biopolítica alcanza sus mayores cotas de perfección. Esto se produce por la figura del campo que denominan Muselmann (el musulmán). Esta figura se presentaba cuando a la persona se le despojaba de toda humanidad, y no quedaba más de él que un cuerpo andante. "Se les llamaba en los campos musulmanes, es decir personas dominadas por un fatalismo absoluto. Su disponibilidad para la muerte no era, empero, algo similar a un acto de voluntad, sino una destrucción de voluntad. Se conformaban con todo lo que pasaba, porque todas sus fuerzas estaban mutiladas y aniquiladas" (pág. 45). El origen del término no está claro, pero el musulmán es la figura clave de la biopolítica dentro del campo. Según el autor -con Primo Levi- el musulmán es "el que ha visto a la Gorgona", esto es, el que ha visto la realidad del campo, lo que verdaderamente llega a acontecer en él, el testigo integral; pero que jamás podrá testimoniar sobre ello.

Si, como nos decía Foucault, la biopolítica se había caracterizado por un cambio desde dejar vivir y hacer morir hacia hacer vivir y dejar morir, en el campo todo esto se distorsiona y llega a ser el más puro experimento de poder: hacer vivir y hacer morir. Aquí es donde el musulmán es el punto clave. Una persona que representa un no-hombre, un muerto viviente, pero que vive, y lo hacen vivir. Y que, en cualquier momento, lo pueden hacer morir. Pero morir en Auschwitz era morir como un objeto, era convertirse en un elemento más en una cadena de producción de muertes. 

En el libro podemos ver muchas de las opiniones sobre Auschwitz y todo lo acontecido en los campos de autores tan destacados como Hannah Arendt, Adorno, Primo Levi, Bruno Bettelheim, o Heidegger (aunque la de este sea más bien una opinión muy desafortunada tras tantos años de silencio sobre su compromiso nazi), por poner algunos ejemplos, pero las proposiciones más interesantes vienen sin duda del propio autor -y, por supuesto, de Levi que sufrió el campo de Auschwitz en su propio cuerpo-. La última parte del libro es quizá más filosófica y rebuscada, pero también necesaria. Por ello os invito -e incito- a que leáis este libro en particular y la obra de Giorgio Agamben en general.

Por último, para aquellos que quieran -y sobre todo, puedan- ver todo esto, aquí os dejo dos documentos visuales -de los únicos que hay en la actualidad- en los que se representa y se observa la figura de los musulmanes. El primero es un cuadro de Aldo Carpi, un profesor de pintura que estuvo recluido en Auschwitz, sobre un musulmán. El segundo son las imágenes grabadas por los británicos de la liberación del campo de Bergen Belsen, donde en el minuto 0:33 en adelante aparece un grupo de musulmanes -o en proceso de llegar a serlo-. Las imágenes del vídeo son extremadamente cruentas por la cantidad de cadáveres que aparecen, pero resulta interesante que la cámara pueda aguantar más tiempo la mirada sobre los cadáveres que sobre los musulmanes. Aquellos que, en mi opinión, quien mejor los ha descrito ha sido -puede que sin proponérselo- Paul Celan en uno de sus poemas: “Estábamos muertos y podíamos respirar”.